¿Qué verdad, camaradas?

La Plataforma por la Comisión de la Verdad reclama en España, Europa y la ONU un órgano de investigación extrajudicial de los crímenes de la Guerra Civil. «Nos estamos muriendo», dicen, «ya quedamos muy pocos».

Estos hombres y mujeres no quieren la verdad. Quieren matar a Franco muchos años después de que muriera. Buena parte de la resistencia antifranquista, articulada alrededor del Partido Comunista, fue tan totalitaria como el régimen, y tan sectaria, y tan contraria a la libertad. Tal como al franquismo se le considera equivocadamente de derechas porque fue anticomunista, al antifranquismo se le considera demócrata por oponerse a la dictadura. Pero Franco fue siempre un socialdemócrata autoritario, y el Partido Comunista lo más contrario a los intereses de la Humanidad que España ha conocido.

¿Qué verdad quieren estos republicanos? ¿Quieren la verdad de la CNT, la verdad de la FAI, la verdad del régimen criminal y asesino en que se convirtió la República que tanto añoran y reivindican? Socialistas y comunistas suelen insultar al PP por no condenar el franquismo, pero ellos nunca han condenado la República, ni los crímenes que se cometieron con la pasividad y a veces complicidad de sus dirigentes, o de los agitadores de los grupúsculos de extrema izquierda, siempre tan asesinos.

¿Quieren la verdad de la Guerra Civil? ¿Qué verdad, camaradas? ¿La de las checas? ¿La de los fusilamientos de católicos y empresarios? ¿Las ejecuciones sumarísimas y masivas por puro odio y sed de venganza?

En la Guerra Civil se enfrentaron dos bandos totalitarios y aunque ninguna opción era buena, seguramente no ganó la peor.

Si España hubiera caído en manos de los comunistas, habríamos conocido devastaciones mucho peores y una degradación de la economía y de la vida pública de la que no nos habríamos recuperado todavía. No tuvimos suerte, pero tuvimos menos mala suerte de la que podríamos haber tenido.

Con la Transición, los franquistas se incorporaron a la democracia más generosamente que la vieja izquierda resentida, que continúa instalada en su consubstancial paradigma totalitario, negándole a la derecha la legitimidad para gobernar. A nadie en el PP se le ocurre reivindicar el franquismo mientras que muchos en la izquierda –entre ellos, probablemente, los miembros de la Plataforma– todavía coquetean con el socialismo y el comunismo que tanto atraso y tanta muerte han causado allí donde se han puesto en práctica.

Franco murió en la cama y con las botas puestas. Y por mucho que los republicanos pataleen, perdieron hace muchos años la oportunidad de matar a quien siempre y en todo les derrotó. Cada una de estas absurdas batallas que planteen significará para ellos una derrota más; aunque ninguna tan grave como la que sin duda sufrirían si les hiciéramos caso y realmente revisáramos su pasado cadáver a cadáver, checa a checa, fosa común a fosa común. Entonces su verdad emergería sucia y ensangrentada.

Si quedan pocos y se están muriendo, como ellos mismos dicen, más les vale que no hurguemos demasiado en lo que hicieron y representaron, para que como mínimo se puedan ir en paz, acunados por este pasado mítico, tan cínico y falso, que se han inventado.